domingo, 28 de agosto de 2011

Sabe usted porque está aquí



“¿Sabe usted por que está aquí?”
Así empezó el interrogatorio. Quien hizo esta pregunta era un hombre de mediana estatura, 43 años y afeitado, era el policía David J., uno de los mejores agentes de la comisaría, era muy inquisitivo y conseguía sonsacar a cualquiera y obligarle a confesar. Pero David supo que esta vez el tipo que tenía enfrente de él no era como los demás, no hablaría como los demás, no se dejaría manipular como los demás, ni tampoco temía a David como los demás. Lo vió en sus ojos, y lo que vió le asustó: era inteligencia.
El hombre que estaba frente a él tenía una mirada fría igual a la de los tiburones, estaba completamente tranquilo, no temía, no estaba sorprendido ni asustado, y en ningún momento mostró ninguna emoción ni sentimiento.


Aquel hombre estaba vacío, no tenía expresión, no tenía tristeza ni alegría, y David observaba como solamente lo miraba fíjamente, inquisitivamente, fríamente, y entonces David sintió algo que nunca había sentido: miedo.


“¿Sabe usted por que está aquí?”, volvió a preguntar el sobrecogido policía, mientras una gota fría resbalaba por su sien, síntoma del terror que estaba sufriendo. David en su interior no quería que el hombre que tenía delante le respondiese, había visto sus ojos, y le sobrepasó un escalofrío imaginando la voz de aquel tipo que tenía delante.


-¿Y usted lo sabe? De saberlo, no me haría esa pregunta, pues ya conoce la respuesta, cuyo único objetivo entonces es el moralizar a alguien que ha cometido algo inmoral, por lo cual el sentido de la misma pregunta queda reducido a nada. Usted sabe la respuesta a su pregunta, pero ahora se la formularé yo ¿Sabe usted porque está aquí? Ahora soy yo quien sabe la respuesta, la verdadera incógnita es si usted la conoce. Ese es el enigma, ¿de veras quiere jugar a mi juego?

David quedó paralizado por el miedo, sin entender que le quiso decir exactamente. La voz de aquel hombre era como su cara, sin expresión, sin sentimiento, pero a la vez con fuerza. Aquello le asustó.
“¿Sabe usted por que está aquí?”, le preguntó de nuevo el asesino a David. Aquel tipo que tenía delante era el mayor superdotado del mundo, y a la vez el mayor sádico que jamás había existido, quien durante toda su vida había torturado y asesinado a decenas de miles de personas de las formas más perversas y malévolas que se puedan imaginar, todas las víctimas eran hombres. Se llamaba Joseph W., había amasado en varios años el dinero de varios países enteros, era un cerebro, y a la vez el mayor perverso que había existido. La policía no lo descubrió, Joseph era demasiado inteligente, fue él mismo quien había ido a la policía y les dijo “he matado a miles, en el papel que les doy está la dirección del lugar al que tiro los cuerpos”.

David se acordó de cuando fue junto con todo el equipo de policía al lugar. Era una de las islas privadas de Joseph, y en la isla había una montaña muy grande y que David había admirado mucho desde el puerto de la ciudad, desde la que se veía de lejos, y que iba casi desde una punta a la otra. El hedor de la isla se podía oler desde la lancha de policía. Desde aquel barco David vió esa gran montaña que se veía desde el horizonte, y según la lancha de acercaba, David desfiguró su rostro al ver que aquello no era un montaña. Eran cadáveres, decenas de miles de cadáveres apilados, cadáveres sin ojos, sin cabeza, sin pulmones, sin brazos, sin piernas, todos amasados y cosidos unos a otros con hilo de cirujano, formando un pila de cuerpos putrefactos. Aquella montaña que tanto había admirado desde la ciudad, que se veía desde el puerto, a la que le había sacado fotos desde el muelle y que había guardado en su casa junto con las de sus vacaciones, aquello que tanto había soñado visitar provocó en todos los policías, incluso en los más veteranos y que más horrores habían visto, arcadas, náuseas y vómitos.

-Mierda inspector, ¿que coño se supone que es esto?
-Agente, esto es lo más grotesco que he visto en toda mi carrera policíaca, es perturbador.
-¿Inspector, qué clase de hijo de la grandísima puta ha podido hacer algo de estas características? Aún no me puedo creer que Joseph haya hecho esto, con lo inteligente que es.
-La inteligencia no significa bondad, agente.
-¡Por los putos clavos de Cristo! ¡Comisario! ¡Mire esto! ¡Mire esto, hay una vaca abierta por la mitad y con 2 brazos y una cabeza cosidos! ¡La cabeza de la vaca la han cortado y se la han cosido a este tipo, y a la vaca le han cosido la cabeza humana de este otro!
-Dios bendito agente, esto es repugnante, ¿que clase de mente retorcida ha podido concebir algo así?
-La de Joseph, Sr. inspector.
-¿Y dice que se presentó voluntario en la comisaría reconociendo sus crímenes?
-Sí señor, es extraño.
-No lo entiendo agente, un superdotado, alguien que ha matado a decenas de miles durante toda su vida, que no tiene sentimiento alguno… ¿para que iba a tener remordimientos?
-Igual no es eso, igual tiene algo pensado.
-Algo macabro quizás, agente.

En la comisaría, David se vuelve a situar en el presente, el recuerdo de la inspección de la isla le descoloca. Delante de él está ese bastardo que le sigue mirando con los ojos fríos de tiburón.

(David): -Voy a hacerle unas preguntas, Joseph, y quiero que me las responda, ¿de acuerdo?
(Joseph): -Por supuesto, agente, hoy no tengo previsto matar a nadie de momento, así que tengo tiempo para hablar.

Aquellas palabras estremecieron a David, quien por la forma de hablar de Joseph se dio cuenta de que matar era una de las cosas cotidianas que este hacía cada día.

(David): -Bueno. Eeem… Puedo ver que usted ha matado mucho.
(Joseph): -Decenas de miles agente, decenas de miles.
(David): -Sí, eso me han dicho, pero… ¿Cómo? ¿Tantas?
(Joseph): -Un año tiene 365 días. Cada día mato como mínimo a 20. Así todos los días, durante más de 20 años. Calcule.
(David): -Joder. Perdón, quería decir… ¿Cómo los mata?
(Joseph): -Los escojo. Vigilo las paradas de autobús, de metro, las oficinas, las calles, etc… Cuando alguien sale de la vista de los demás o entra en un callejón, allí voy yo con el cloroformo. Algunos se resisten, pero enseguida duermen. Los agarro y los meto en mi coche, oculto en algún sitio con poca gente o que no se pueda ver.
(David): -¿Cómo lleva los cuerpos?
(Joseph): -Los envuelvo en una bolsa a la que le pongo hojarasca y hierva saliendo de un estremo, así si alguien me ve creerá que llevo pasto o hierba cortada.
(David): -Interesante. ¿Cómo ha hecho para que nadie pasase cerca de su isla, en la que echa los cuerpos? ¿Cómo hace para llevarlos?
(Joseph): -Los llevo en un yate privado. Verá, es una de mis islas privadas, y he comprado no solo la isla en sí, sino además el perímetro marítimo y el perímetro aéreo, así evito que ni los barcos ni los aviones pasen cerca de la isla y se den cuenta de que no es una montaña.
(David): -¿Por qué reconoció sus crímenes?
(Joseph): -Esa, agente, es la pregunta correcta.
(David): -¿Por qué solamente mata a hombres? Antes dijo que los elegía, ¿Cómo es el perfil que busca?
(Joseph): -Muchas preguntas agente, me temo que no voy a responder más todavía.
(David): -¿Espera algo?
(Joseph): -Lo espere o no, no le voy a responder más de momento, pasará algo, y cuando pase, usted va a disfrutar del espectáculo, en primera fila.

David abandona la sala de interrogatorio, la primera vez en toda su carrera que deja a un acusado a medio interrogar. No soporta más tiempo encerrado con ese psicópata, necesita tomar el aire.

(Comisario): -Mierda ¿David, qué te pasa? Sonsaca a ese cabrón.
(David): -No puedo comisario, me asfixio sólo con su presencia.
(Comisario): -El primero que se te resiste en tus 15 años de policía. Los hubo peores, ¿no?
(David): -No comisario, ninguno como este, ninguno como Joseph.
(Comisario): -Yo tampoco vi a nadie así en toda mi carrera, y eso que ya soy veterano por aquí.
(David): -Es como si lo tuviese todo controlado, como si no viniese para confesar, sino para otra cosa.
(Comisario): -¿Qué cree que puede ser, David?
(David): -Estoy seguro de que algo muy gordo comisario, no puedo decirle más porque simplemente no sé mas.
(Comisario): -Coño David, me sabe mal por ti, es la primera vez que te veo tan jodido.
(David): -Comisario, que mal habla usted… [David sonríe casi sin ganas]
(Comisario): -Es la profesión, que lo vuelve a uno un tipo duro. Eso dice mi mujer.
(David): -¿En serio, eso dice su mujer?
(Comisario): -Sí, se ocupa de recordármelo cada vez que blasfemo en la iglesia.
(David): -[riendo] Me ha alegrado usted el día Comisario.
(Comisario): -Me alegro David, sigue tomando el aire, voy a intentar sonsacar yo mismo a ese sádico.
(David): -Suerte con ello Sr. Comisario.

Delante de la comisaría, David saca del bolsillo de su pantalón un paquete de cigarrillos, coje uno, lo enciende. Lo saborea. El regusto a tabaco inunda sus pulmones, y exhala una leve corriente de humo que se lleva el viento. Ahora está más calmado, la nicotina le ayuda a aguantar. Es una profesión dura: sangre, dolor, muerte…
Pero David es un perro viejo y sabe como ladrar, y hoy no ha ladrado como debería. Hoy ha huído con el rabo entre las piernas. Vuelve a dar otra calada para tranquilizarse. Se siente como un inútil, no ha cumplido su deber como era mandado, ha escapado de su obligación y el comisario ha tenido que cumplir su papel. Eso molesta a David, que empieza a sudar de nerviosismo y empieza a dolerle la cabeza. Esto no debería haber ido tan mal, aquel tipo oculta algo, y siente que él ha preferido esconderse, que no se ha enfrentado a aquel sádico. Tiene la sensación de haber violado su deber, eso le enfurece aún más. Otra calada. Respira. Recuerda cuando desertó de la marina, hace años, antes de meterse a poli. Fueron duros con él, pero el comisario hizo que le rebajasen a un año la condena de cárcel y se limpiase luego su expediente. El comisario antes era sargento, y era demasiado bueno para la profesión, una profesión que muchas veces implicaba matar. David le habla siempre de usted al comisario, por camaradería supone. Tiempos difíciles, supone también.

De pronto, un grito desesperado sale del edificio, un grito que parece del comisario. Oye golpes en un cristal blindado, una puerta pateada con fuerza, escucha disparos de policía, gritos de la oficina de llamadas, más disparos, más gritos, cuerpos cayendo, cristales rotos, mesas y sillas contra el suelo, muchos tacones corriendo sin ton ni son, disparos, gritos ahogados, munición, casquillos de bala, continúan los disparos, sonido de recarga, sonido de onda de radio de la policía, fuego, gritos, explosión, humo. Silencio.
David mira hacia el edificio, no suena nada. No hay ningún ruido. Asoma la cabeza, ve charcos de sangre y cuerpos tirados por el suelo. Entra. No hay ningún ruido, solo el crepitar de las llamas que consumen varios cuerpos y la afónica radio de policía que dice que vendrán para aquí con Geos.

No queda nadie con vida, se teme lo peor y va corriendo a la sala de interrogatorio. Antes de llegar, puede ver como la puerta de esta está rota, la que había oido antes del escándalo. Entra en la sala. No hay nadie. Se confirman entonces sus sospechas, quien hizo todo eso, quien llevó a cabo esa matanza fue Joseph. Según como estaba todo, se dio cuenta de que Joseph aprovechó cuando el comisario estaba entrando en la sala para echársele encima, quitarle el arma y antes de que cerraran la puerta empezara a tiros con todos los guardias, y cuando terminó con todos los policías mató a las secretarias y funcionarios de la comisaría. A esto se refería con espectáculo en primera fila. Hijo de puta.

Busca a su querido amigo el comisario con la esperanza de que haya sobrevivido de alguna forma. Oye a alguien agonizando, corre y ve que es el comisario en el suelo con la camisa ensangrentada.
Le desabrocha la camisa para ver donde le han dado y cuenta varios orificios de bala entre pulmones y estómago.

(Comisario): -O.. O… ye…
(David): -T…Tranquilo comisario, no hable.
(Comisario): -Ha sido… ese… ese cabrón. Se me echó… echó encima y…
(David): -¡No hable! ¡¡Un médico joder!! ¿¿Es que no hay nadie vivo?? ¡¡¡Un médico, el comisario se está desangrando!!!
(Comisario): -De…Déjalo, ya no queda nadie, es… están todos muer… muertos.
(David): -Se está poniendo pálido, debe haber alguna forma de taponar las heridas.
(Comisario): -Dé-ja-me… Da-da-vid… he p…p…perdido much…a sang…. san… san-gre.
(David): -¡No! ¡¡No te mueras amigo!!
(Comisario): -Ha… lle…llega-do el moment..o de irm…e.
(David): -¡NO! ¡¡¡NO!!!
(Comisario): -E…el cabr… cabrón ese dij…o “él es… el últim…o en m…i lista”.
(David): ¿Qué te dijo? ¿“El es el último en mi lista”?
(Comisario): -S…si. Dij…o e-s-o. A… adiós ami-go.
(David): -¡¡¡Vuelve vuelve!!!
(Comisario): -…

David se levantó, con las manos y camisa manchada de la sangre del comisario. Joseph iba a pagar por esto, iba a MORIR por esto.

(Joseph): -Oh, que lástima, que momento tán triste.
(David): -Hijo de la grandísima puta, ahí estás. Te voy a matar por esto desgraciado.

Joseph empieza a acertarse a David con un bisturí, poco a poco, acortando distancia entre los 2 a cada paso, mientras David retrocedía.

(Joseph):- Ya le dije a tu amiguito que tú eres el último en mi lista. Seré yo quien te mate, pero lentamente, que sufras bien, con saña.
(David): -Ahora me vas a responder a varias preguntas. Primera, ¿Por qué solo hombres?
(Joseph): -Porque un buen cazador elije a las presas más fuertes, además la mayoría eran padres de familia y eso me hacía muy feliz, saber que estaba haciendo sufrir a familias enteras al matar a tantos hombres ¡¡jaja!!
(David): -¿Y por eso me escogiste a mí?
(Joseph): -Piénsalo bien David, ¿que le produciría más placer a un sádico como yo? ¿Matar a un hombre corriente o matar a un policía respetable? Reconocí mis crímenes para llegar hasta ti. Es mi mensaje David, es mi último mensaje.
(David): -¿Qué mensaje?
(Joseph): -Te arrancaré los dientes con tenazas.
(David): -¿Qué mensaje?
(Joseph): -Te clavaré cuchillas debajo de las uñas.
(David):- ¿Cuál es el mensaje?
(Joseph): -Te llevaré a mi sótano, te ataré a una silla y te separaré los ojos del cráneo con un sacacorchos.
(David): -¿Hijo de puta, no me has oído? ¡¡¿¿CUAL ES EL MENSAJE??!!
(Joseph): -El mensaje es…

De repente entran los Geos, que habían escuchado los gritos por frecuencia de radio.
(Geo): -¡¡Alto, policía!! ¡Suelte el arma, suelte el arma!
(Joseph): -Mi mensaje es este.

Joseph se va hacia la barandilla de espaldas, y se echa de cabeza, dejándose caer. Un ruido seco, como cuando se rompe una calabaza contra el suelo. David y los Geos se asoman a la barandilla, y ven el cuerpo de Joseph con la cabeza abierta, sobre su charco de sangre.
David ya nunca sabrá cual era el mensaje que este quería dar con sus torturas y asesinatos.
En uno de los bolsillos de la chaqueta de Joseph había una nota con sangre de otra persona, pues estaba seca, que ponía: “El sacrificio es la venganza, para luego regresar”.
David nunca supo que quería decir con esto, ni de quien era la sangre seca con la que se había escrito la nota.


Han pasado 5 años desde entonces, la nota sigue sin tener respuesta y algo más escalofriante aún:
En el depísito de cadáveres, falta uno cuya inscripción era J. W. “J. W.”, esas iniciales.
David quiere evitar pensar que el nombre del cadáver que falta sea JOSEPH WALTER, pero la nota… quizás se refería a esto. Regresar. Un sacrificio para regresar . ¿Su propio sacrificio? ¿Regresar?